lunes, 23 de julio de 2018

La leyenda de la Reina Roja de Palenque


 
La Reina Roja es el poético nombre que se le dio a una osamenta hallada en un templo de las ruinas de Palenque, ciudad maya del estado de Chiapas, México. 

Las investigaciones antropológicas más fidedignas indican que la osamenta encontrada en Palenque pertenecía a una mujer que en vida llevó el nombre de Ahpo-Hel. Fue esposa del gobernador Pakal II, El Grande. Su gobierno fue próspero, pues dio impulso a la construcción arquitectónica de Palenque. Pakal contrajo matrimonio con la Reina Roja el 19 de marzo de 626 cuando contaba con 23 años.
La Reina Roja no fue una mujer muy alta, media tan solo un metro cincuenta y ocho centímetros, que tal vez para la época era un promedio alto; lucía  el cráneo deformado a la manera tubular oblicua, como era costumbre llevar entre las mujeres de la nobleza maya.

La hermosa Reina Roja con el paso de los años fue afectada por tantas enfermedades para las cuales no había cura posible, la Reina Roja encontró la muerte en el año 672, como queda dicho, y su esposo Pakal II decidió enterrarla dentro de un sarcófago. Así pues, el enamorado esposo mandó construir el Templo de las Inscripciones, para que descansara la Reina, y para posteriormente acogerlo a él también.  En esta cámara se encontró, cientos de años después, la maravillosa osamenta de la Reina Roja. Sobre la lápida del sarcófago se encontraba un incensario y un malacate de hueso; en su lado poniente quedaron los restos de un niño de aproximadamente ocho años, y en el lado este los de una mujer de treinta años no muy alta que murió al quitársele el corazón a manos de los sacerdotes. Se trataba de “acompañantes” sacrificados a la Reina Roja para que le hiciesen compañía en su viaje al más allá. Los huesos de la Reina Roja estaban pintados con cinabrio, un mineral de mercurio y azufre que da una coloración roja, color que dio pie a su inmortal nombre, aunque ella nunca lo supiera. La cámara en la cual fue hallada, contaba con un psicoducto: una perforación que le permitió a la Reina Roja comunicarse con Xibalbá; es decir, el Inframundo de los mayas, y descender las escaleras que desembocan en un río sagrado.



La Reina Roja llevaba una máscara mortuoria hecha con cien piezas de malaquita, la hermosa piedra semipreciosa de color verde, y dos conchas a manera de orejeras; dos láminas de obsidiana hacían las veces de pupilas y cuatro de jadeíta fungían como iris. Una máscara más pequeña de jade adornaba una especie de cinturón; la reina portaba pulseras, cuentas circulares y un collar. Como corona ostentaba una diadema, símbolo de la nobleza maya.

Actualmente, la Reina Roja se encuentra resguardada en una bodega de la zona de Palenque donde espera su liberación.

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